Eder quedó inmediatamente cautivado por la magia de México. Le fascinaron su cultura y las tradiciones mexicanas, las maneras cálidas y abiertas de su gente, su pura alegría de vivir y, sobre todo, la importancia que tienen las relaciones personales para ellos. Diga lo que diga la agenda: en México siempre hay tiempo para la familia y los amigos.
Además del «ritual de iniciación» que conoció al pedir la mano de Adriana a su padre, otra parte de la cultura mexicana también despertó particularmente el interés de Eder: el estatus de los destilados de agave, y sobre todo del tequila. El austríaco había heredado de su padre una pasión por la destilación. En su región natal, el padre de Eder es conocido por su Vogelbeerschnaps de alta calidad, un licor tradicional de Austria que se destila a partir de las serbas, unos pequeños frutos rojos. Lo produce según una receta transmitida a través de cinco generaciones. Para Eder, su primer tequila mexicano fue como una revelación. Hasta entonces sólo lo había asociado con rodajas de limón y dolores de cabeza. Se despertó su curiosidad y quiso aprender todo lo posible sobre el antiguo arte de la producción de tequila.
Con mucho entusiasmo Eder absorbió toda la información relacionada con el tequila mexicano. No podía creer que nunca hubiera probado nada parecido en Europa. Después de compartir su descubrimiento con sus amigos en Austria, Eder, Adriana y un puñado de amigos igualmente impresionados tomaron la decisión de traer esta maravillosa bebida a Europa, y con ello un vistazo al estilo de vida mexicano. Una vez más fue el suegro mexicano de Eder quien desempeñó un papel decisivo. Animó a los amigos a crear su propia marca de tequila premium. Aquel momento marcó la hora del nacimiento de Padre Azul.